Louis Ramond de Carbonnières, considerado como "el padre del pirineísmo", fue un Barón alsaciano que perseguiría a principios del siglo XVIII, con gran ahínco, la conquista de una cumbre de los Pirineos, considerada por entonces como la más alta de la cordillera: el Monte Perdido, a la que se le supone una altitud de 3.436 m., y donde no se tiene constancia de que hasta el momento nadie haya sido capaz de pisar sus piedras cimeras.
Esta obsesión personal, unido a sus tareas naturalistas y científicas en las montañas, provocan que este personaje de los Pirineos sea comparado popularmente con su homónimo Horace-Bénédict de Saussure, alpinista que en el año 1787 llegaría por vez primera a lo alto del Mont Blanc, el techo de los Alpes.
Los terrenos colgados de la Faja de la Tormosa llevan a Ramond, en compañía de sus dos guías, al collado de Añisclo. Bajo la Punta de las Olas, bordean por la cara norte el pico de Añisclo. Grietas y neveros dificultan el tramo final, subida que se culminará con éxito para los caminantes en el Monte Perdido a las once y cuarto de la mañana del 10 de agosto de 1802. El barómetro de Louis Ramond registra con mucha precisión 3.354 metros de altitud. Desde lo alto, contempla al sur un valle glaciar que quiere conocer en una futura ocasión: el Ordesa, recorrido por el río Arazas.
"A las once y cuarto coroné la cumbre del Monte Perdido, y tuve el gozo de ver por fin todos los Pirineos a mis pies. Luchábamos nosotros mismos con esfuerzo contra aquel viento impetuoso al que un águila vencía con facilidad, y que nos hacía experimentar un frío considerable. Quizá no haga falta buscar por otro lado el secreto del entusiasmo que aflora en los relatos de cuantos se han visto elevados por encima de las altitudes ordinarias. Si es que no conviene conceder también algo al imperio de los parajes, de la majestad del espectáculo, a la emoción que provocan visiones tan imponentes y tan nuevas cuando, en soledad, sobre estas cimas que son los auténticos extremos de la Tierra, el observador, incitado al recogimiento por la grandeza del paisaje y el silencio de la Naturaleza, contempla sobre su testa la inmensidad del espacio, y a sus pies la hondura de los tiempos."
Conocida popularmente como "oreja de oso", la ramonda de los Pirineos lleva el nombre latino del ilustre pirineísta: Ramonda myconi. Esta planta, considerada como un fósil viviente, propio de los climas tropicales del Terciario, aparece en peñascos calizos muy sombríos y húmedos, así como en el interior de los bosques frescos. Si miramos el envés de sus hojas sabremos el porqué de su nombre popular: son de color marrón, rugosas y muy peludas. En los meses de mayo, junio y julio despliega sus flores de cinco lóbulos morados, que inconscientemente traen a la memoria la imagen de las caseras y familiares violetas africanas, procedentes de las montañas del Kilimanjaro.
Montaña de 3.259 metros de altitud. También llamada pico Añisclo. Junto con el Cilindro de Marboré y el Monte Perdido forman el conjunto montañoso denominado desde antiguo en la comarca del Sobrarbe como "Tres Sorores" o "Treserols", en virtud a una leyenda popular.
El Organismo Autónomo Parques Nacionales ha editado en el año 2002 las obras de Louis Ramond de Carbonnières, "Viajes al Monte Perdido", que fueron redactadas entre los años 1801 y 1804 con motivo de sus periplos naturalistas e intentos por coronar la cumbre de este impresionante macizo de roca caliza. |