EL VALLE DE AÑISCLO

Recorrer el Valle de Añisclo es, sin duda, una de las más preciosas excursiones que pueden realizarse en territorio del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y uno de los recorridos de alta montaña más singular de toda la Península Ibérica.

Añisclo es un profundísimo Cañón. Su zona más alta es de origen glacial, pero el resto del valle está configurado por la erosión causada por el Río Bellós, que configura este valle estrecho y profundo, de paredes verticales y gargantas espectaculares.

El valle comprende dos tramos, de Escalona a San Úrbez (Desfiladero del Bellós o Estrecho de las Cambras) y el Cañón de Añisclo, propiamente dicho, que discurre entre San Úrbez y el inicio del valle, en el Collado de Añisclo, lindando con el Valle de Pineta.

Por ser un valle estrecho, se produce un fenómeno de inversión térmica y de pisos vegetales. Si habitualmente los bosques de carrascas (encinas) suelen encontrarse por debajo de árboles más resistentes al frío y la humedad, como las hayas, en Añisclo (también en Escuaín), ocurre al contrario, las hayas aparecen al fondo del valle y las carrascas crecen a cientos de metros por encima de ellas. Ello es debido a la estrechez del cañón. El sol apenas penetra en el fondo, que no llega a calentarse durante el día y permanece frío y húmedo prácticamente durante la mayor parte del año. En general, sin embargo, el clima de este cerrado valle es más cálido y húmedo que en otras zonas, sin registrarse grandes heladas. Por ello, encontramos, en el marco de esta inversión de pisos vegetales, especies propias de zonas húmedas y frías (haya, tilo, arce), junto a especies típicas de los encinares mediterráneos, como el madroño, el durillo o el labiérnago.

Entre la fauna del valle pueden destacarse as poblaciones de quebrantahuesos o águila real, así como una especie endémica, el tritón pirenaico.

El recorrido del Valle de Añisclo puede iniciarse en Escalona y recorrer a pie el espectacular Desfiladero del Bellós, por la carretera que lo atraviesa. La mayoría de los visitantes deciden, sin embargo, atravesar este precioso paraje en vehículo, hasta la confluencia de los ríos Aso y Bellós, donde se inicia el camino hasta el final del cañón, el Collado de Añisclo. El sendero discurre entre helechos y bosques de hayas. En el centro del cañón se encuentra un paraje conocido como "La Ripareta", una de las pocas zonas llanas y junto al río que encontrar en el recorrido del cañón (entre tres y cuatro horas de marcha). Un par de horas más nos llevarán hasta otra zona, la Fon Blanca, donde los bosques prácticamente desaparecen y tan sólo queda la pradera alpina, en la que todavía es posible encontrar la flor Edelweiss.

LA ERMITA DE SAN ÚRBEZ

En la confluencia de los ríos Bellós y Aso, cuando comenzamos la marcha a pie tras cruzar por carretera buena parte del Cañón de Añisclo, se encuentra la ermita de San Úrbez, en la conocida como cueva de Sestral.

Cuenta la tradición que en el valle de Vió vivió un pastor, llamado Úrbez, conocido por ser persona muy sencilla y que cuando bajaba el ganado al valle dormía en la cueva de Sestral. Se cuenta que las ovejas y cabras de este pastor, cuando se metían en un sembrado, sólo comían las malas hierbas. Poco a poco, el pastor se convirtió en una persona muy especial y fue considerado por los vecinos del Valle de Vió, un santo.

A la cueva-ermita se accede por una escalinata. Arriba, al fondo, se encuentra el santuario, con restos de pinturas murales y una imagen del santo.

A la ermita de San Úrbez acuden los vecinos del Valle de Vió cuatro veces al año, el uno de mayo, el martes de Pascua de Pentecostés, el 14 de septiembre y el 15 de diciembre, día del santo. Acuden romeros de Nerín, Secué, Vió, Buerba y Gallisué. Tras la misa, se venera una reliquia del santo y se cantan sus gozos. Al salir de la cueva reparten "tortas de caridad" y vino.

A San Úrbez se recurría también en ocasiones especiales, cuando la sequía afectaba a la comarca.